
Anoche cuando lancé “La noche de los muertos vivientes”, debo admitir que estaba un poco preocupado por si la decepción no se presentaba, porque han pasado muchos años desde la última vez que vi la primera película de Romero.
Y en esos casos, cuando mis sentimientos cambian, rara vez va en la dirección correcta. Pero no fue así, al contrario, creo que finalmente aprecié plenamente esta pepita cruda, un verdadero golpe que sopló un viento pútrido de novedad en el género de horror a mediados de los sesenta.
Empieza rápido y fuerte. Tengan en cuenta que ir al cine a poner flores en el cementerio durante la primera invasión de zombis no es la idea del siglo. ¿”Mujer al volante, muerta en la curva”? Bueno, si no giras la rueda, eso es seguro.
El miedo se instala, la iluminación luminosa de este blanco y negro contrasta con una forma casi documental donde no sabemos más que nuestros protagonistas, y por lo tanto poco, sobre las causas que sacaron a nuestros muertos de sus retiros mortuorios y les hicieron querer comprarse un buen bocado de tripas recién arrancadas.
Ahí están, avanzando lenta pero inexorablemente, rodeando gradualmente la casa de la que cualquier intento de escapar parece condenado al fracaso. Los espíritus se calientan, los más frágiles se pierden, la angustia está ahí. La molestia también, al final, de darse cuenta de que el cobarde tenía razón.
Hay pocos efectos especiales, lo que significa que La nuit des morts-vivants no sufre el peso de los años, un cadáver que se acerca en lo alto de la escalera sigue siendo llamativo y los insectos que mordisquean el muñón siempre hacen su pequeño efecto.
Una película espantosa y también peluda, no podemos pensar que la elección de un héroe negro sea totalmente insignificante, aunque sea el talento de actor de Duane Jones (Ben) el que le ha hecho ganar su lugar porque es claramente el mejor del reparto amateur, donde se mezclan los actores principiantes y los accionistas de la película.
Pobre Ben, que pagará el precio del nihilismo de Romero en el extremo oscuro de este trabajo, pero que personalmente no puedo imaginar nada más.
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