Driven: El origen de la leyenda

O sera mejor recordarlo, como el advenedizo que se convirtió en el jefe de división más joven de la General Motors, se marchó para fundar su propia compañía de coches, y luego, desesperado por dinero en efectivo, trató de salvarlo con un negocio de cocaína que resultó ser una operación encubierta llevada a cabo por el FBI.

A principios de este año, tuvimos “Framing John Delorean”, un meta-documental con reconstrucciones y comentarios sobre y dentro de las reconstrucciones.

Y ahora tenemos “Driven: El origen de la leyenda”, un largometraje que cuenta la historia desde el punto de vista del informante del FBI que ayudó a Delorean a hacer el negocio de la droga.

El problema es que la película parece verlos a ambos como simpáticos pícaros en circunstancias difíciles en lugar de estafadores egoístas, y la perspectiva de un personaje secundario no es tan interesante como lo que está pasando literalmente al otro lado de la calle.

Basada en un hecho real

“Driven: El origen de la leyenda” es un título extraño o quizás irónico porque ese hombre, Jim Hoffman, tiene un comportamiento muy poco conducido, que se presenta como algo desarmantemente improvisado, quizás un encanto tonto. Pero más tarde admite que ha “adulado para engañar”, y como veremos, la tontería es estratégica y el engaño es la razón.

Jason Sudeikis se especializa en personajes que ocultan la astucia con un encanto ligeramente sórdido, por lo que su reparto ideal es el de Hoffman, que es muy consciente de que ser subestimado es lo que hace que la gente confíe en él, y de todos los bienes de contrabando, los secretos pueden ser los más valiosos.